Las gaviotas andinas se habían encargado de llevar
la noticia hasta los últimos rincones del Altiplano. Volando de un punto a
otro, incansables, habían comunicado a todos que cuando la luna estuviera
brillante y redonda, los animales estaban cordialmente invitados a una gran
fiesta a orillas del lago. El Titicaca se alegraba cada vez que esto sucedía,
pues sus riberas, a menudo tristes, cobraban nueva vida con la algarabía y
entusiasmo que sus vecinos ponían en celebrar la ocasión de verse y comentar
los últimos acontecimientos.
Cada cual se preparaba con esmero para esta
oportunidad. Se acicalaban y limpiaban sus plumajes y sus pieles con los
mejores aceites especiales, para que resplandecieran y todos los admiraran. Era
muy hermoso el espectáculo que entonces se producía y sentíanse murmullos de
aprobación cuando algún comensal hacía su entrada ataviado con prendas
majestuosas y bien presentadas.
Todo esto lo sabía Tatú, el quirquincho, ya había
asistido a algunas de estas fastuosas fiestas que su querido amigo Titicaca
gustaba de organizar. En esta ocasión deseaba ir mejor que nunca, pues
recientemente había sido nombrado integran-te muy principal de la comunidad. Y
comprendía bien lo que esto significaba... El era responsable y digno. Esas
debían haber sido las cualidades que se tuvieron en cuenta al darle este título
honorífico que tanto lo honraba. Ahora deseaba íntimamente deslumbrarlos a
todos y hacer-los sentir que no se habían equivocado en su elección.
Todavía faltaban muchos días, pero en cuanto recibió
la invitación se puso a tejer un manto nuevo, elegantísimo, para que nadie
quedara sin advertir su presencia espectacular. Era conocido como buen tejedor,
y se concentró en hacer una trama fina, fina, a tal punto, que recordaba
algunas maravillosas telarañas de esas que se suspenden en el aire, entre rama
y rama de los arbustos, luciendo su tejido extraordinario. Ya llevaba bastante
adelantado, aunque el trabajo, a veces, se le hacia lento y penoso, cuando
acertó a pasar cerca de su casa el zorro, que gustaba de meter siempre su nariz
en lo que no le importaba.
Al verlo, le preguntó con curiosidad:
-¿Qué haces?
-No me distraigas, que estoy muy ocupado-le contestó
inquieto el Tatú, pues el zorro le producía cierta desazón.
-¿Estás enojado?-insistió el visitante.
-¿Porqué habría de estarlo?
-Entonces dime, ¿qué estás haciendo con tanto
afán...?
-¿No ves que tejo una capa para ponérmela el día de
la fiesta en el lago?
-¿Cómo? -sonrió el zorro irónicamente-. ¿Piensas ir
esta noche con eso que todavía no terminas?
El quirquincho levantó sus ojos, algo miopes, de su
trabajo, y con una mirada perdida y angustiosa exclamó:
-¿Dijiste hoy en la noche?
-Por supuesto... En un rato más nos encontraremos
todos bailan-do...
¡Qué fatalidad! ¿Cómo pudo haber pasado tan rápido
el tiempo? Siempre le sucedía lo mismo... Calculaba mal las horas... Al pobre
Tatú se le fue el alma a los pies. Una gruesa lágrima rodó por sus mejillas.
Tanto prepararse para la ceremonia... El encuentro con sus amigos lo había imaginado
distinto de lo que sería ahora. ¿Tendría fuerzas y tiempo para terminar su
manto tan hermosamente comenzado?
El zorro captó su desesperación, y sin decir más se
alejó riendo entre dientes. Sin buscarlo había encontrado el modo de inquietar
a alguien...y eso le producía un extraño placer. Tatú tendría que apurarse
mucho si quería ir con vestido nuevo a la fiesta: ji, ji, ji...
Y así fue. Sus manitos continuaron el trabajo
moviéndose con rapidez y destreza, pero debió recurrir a un truco para que le
cundiera. Tomó hilos gruesos y toscos que le hicieron avanzar más rápido. Pero,
ay, la belleza y finura iniciales del tejido se fueron perdiendo a medida que
avanzaba y quedaba al descubierto una urdimbre más suelta.
Finalmente todo estuvo listo y Tatú se engalanó para
asistir a su fiesta. Entonces respiró hondo, y con un suspiro de alivio miró al
cielo estirando sus extremidades para sacudirse el cansancio de tanto trabajo.
En ese instante advirtió el engaño... ¡Si la luna todavía no estaba llena! Lo
miraba curiosa desde sus tres cuartos de creciente...
Un primer pensamiento de cólera contra el viejo
zorro le cruzó su cabecita. Pero al mirar su manto nuevamente bajo la luz
brillante que caía también de las estrellas, se dio cuenta de que, si bien no
había quedado como él lo imaginara, de todos modos el resultado era de
auténtica belleza y esplendor. No tendría para qué deshacerlo. Quizás así
estaba mejor, más suelto y aireado en su parte final, lo cual le otorgaba un
toque exótico y atractivo. El zorro se asombraría cuando lo viera... Y, además,
no le guardaría rencor, porque sido su propia culpa creerle a alguien que tenía
fama de travieso y juguetón. Simplemente él no podía resistir la tentación de
andar burlándose de todos... y siempre encontraba alguna víctima.
Pero esta vez todo salió bien: el zorro le había
hecho un favor. Porque Tatú se lució efectivamente, y causó gran sensación con
su manto nuevo cuando llegó, al fin, el momento de su aparición triunfal en la
fiesta de su amigo Titicaca.
Vocabulario
Tatú: quirquincho o armadillo, es un animalito
pequeño que se defiende escondiéndose debajo de la tierra. Su carne es muy
apreciada por los aymarás, que aprovechan su caparazón de Vistoso dibujo para
confeccionar el instrumento musical llamado "charango", típico del Altiplano
chileno-boliviano.
0.016.4 anonimo (aymara)